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La sarna es el principal problema sanitario de la fauna cantábrica. Un ácaro entra en la epidermis del animal, casi siempre por contacto directo, y lo va destruyendo poco a poco. En el mejor de los casos, el parásito es suficiente para provocar la muerte del mamífero en el que se ha introducido, pero otras veces los ejemplares afectados van muriendo como consecuencia de infecciones secundarias producto de su debilitamiento. La primera vez que se vio un rebeco con sarna en el entorno cantábrico fue en 1993 durante una cacería que se desarrollaba en la reserva asturiana de Aller. A partir de aquel momento se montó un dispositivo de vigilancia en las reservas leonesas de Riaño y Mampodre por parte de los guardas. Fundamentalmente, el control se estrechó en el puerto de Vegarada y la Peña del Viento, como recuerda uno de los hombres que más años lleva vinculado a la gestión de estas reservas. Sólo tres años después, el brote de sarna que abarcaba inicialmente una superficie de nueve kilómetros cuadrados pasó a englobar más de 350 kilómetros cuadrados. Hoy, ya ha superado todas las barreras posibles entre espacios protegidos y se extiende por cientos y cientos de kilómetros cuadradados; sólo en el Parque Nacional de Picos de Europa se calcula que el radio de acción de la enfermedad aglutina 40.000 hectáreas, el 62% del territorio total del parque. No obstante, el alcance es mucho mayor, dado que el espacio rocoso que habitan los rebecos no tiene una superficie mayor de 45.000 hectáreas.
Entre noviembre del 2011 y mayo de este año se han visto varios animales infectados. No es que exista una actuación específica para contabilizar a los rebecos hallados muertos, sino que el dato aportado por el director del parque nacional, Rodrigo Suárez, procede del censo que se ha elaborado sobre los tres macizos de Picos. Durante el censo de cría que se ha desarollado sólo en el macizo occidental, se han contado 1.800 rebecos, de los que un macho visto en Cuetalbo, Vega Huerta, estaba contagiado de sarna. Fuera del censo y en marzo de este año se vieron varios ejemplares sarnosos vivos y muertos en la base del canal de Dobresengos, en el macizo central. Por otro lado, en el resto del parque nacional (macizo central y oriental) se censaron 4.073 ejemplares, incluyendo los altos de Valdeón, Sajambre, Camaleño, así como el Precornión, Peña Beza y Cabronero. Este censo, elaborado en época de celo en el 2011, arrojó tres ejemplares contagiados. Uno en Lloroza, otro en Dobresengros y otro —un ejemplar juvenil— en la campera del Trave. Es después del celo cuando se aprecia la mayor incidencia de la enfermedad, particularmente sobre ejemplares macho, que son lo que más desgaste físico tienen durante esta etapa que comienza en las próximas semanas y concluye a final de año.
No fue hasta el año 2000 cuando se confirmó la existencia de esta enfermedad dentro del parque nacional. Desde entonces hasta la fecha, el número de rebecos con sarna sarcóptica abatidos es de 307, además de los 14 ejemplares que se consideran dudosos. De ellos, 52 estaban muertos. Muchas más ejemplares murieron de la enfermedad, pero sus restos han sido pasto de los carroñeros. «Un aspecto positivo de esta crisis ha sido el alimento que los cadáveres han aportado a las poblaciones de buitre leonado», indican desde el parque.
Y zorros y ciervos
La misma fuente reveló que la sarna ya está afectando a otras especies animales como zorros y ciervos, aunque los casos encontrados, de momento, «son puntuales». Pese a ellos, los gestores del espacio vaticinan «un futuro inmediato muy alentador», particularmente en el macizo central, donde es frecuente observar grupos de hembras acompañadas de sus crías en zonas que se han visto afectadas por la enfermedad.
De la misma opinión son los responsables de las reservas de caza que dependen de la Junta. Aunque todo el ámbito territorial de las reservas de Riaño y Mampodre se encuentra afectado por el brote de sarna y la población de rebecos se ha visto sensiblemente reducida, se está observando «una ligera recuperación» de las poblaciones afectadas en años anteriores, en las que además se ha incrementado ligeramente la tasa de natalidad y el número total de rebecos.
El último censo elaborado por los técnicos del parque nacional indica que en la Cordillera Cantábrica habitan unos 17.700 rebecos, de los que alrededor de un 25% se encuentran dentro del espacio. Los nuevos recortes obligarán a prescindir de actuaciones que, al menos hasta ahora, habían logrado retener el avance de la sarna y vigilar su evolución.
marco romero | león 02/10/2012
Los recortes también empiezan a ser crueles con la fauna. Tanto el Parque Regional de Picos de Europa, gestionado por la Junta, como el Parque Nacional, en manos de Castilla y León, Asturias y Cantabria, están teniendo verdaderos problemas económicos para gestionar el espacio natural más emblemático del Cantábrico. Las reservas de caza de Riaño y Mampodre —un auténtico cortijo vippara las cacerías deportivas de élite— están empezando a prescindir de la asistencia veterinaria y de otras muchas actuaciones orientadas a atajar el brote de sarna que está diezmando poco a poco la emblemática población de rebeco y cabra montés. «Llevamos dos años que no podemos hacer gran cosa, cero patatero», comenta de manera gráfica el responsable de ambas reservas y también de la de Ancares, Juan Carlos Peral.
La falta de medios puede ser en este caso mortífera. Hasta ahora, los ténicos de las reservas lograban inmunizar a 80-90 cabras, ejemplares que al menos garantizaban protección durante doce meses. Estos trabajos esenciales para mantener sanas las cotizadas piezas, por las que un cazador puede pagar en subasta más de 200.000 euros que recaudan los pueblos, ya no se hacen, con efectos imprevisibles sobre estas poblaciones.
La virulenta epidemia que ataca especialmente al rebeco tampoco podrá ser controlada como hasta ahora. Por un lado, la vigilancia que se venía haciendo en las reservas ya no es tan exhaustiva, y ni siquiera abarca las áreas limítrofes. Por otro, las cacerías selectivas con las que se abatía cada ejemplar enfermo son en el presente muy limitadas, tanto que desde la Administración se asegura que «no hay dinero ni para gasolina». Ahora, los celadores sólo disparan a los rebecos que presentan síntomas de sarna bastante avanzada o a los que se encuentran en zonas muy transitadas por el público.
Aunque parezca baladí, el hecho de limitar la caza selectiva de animales en estas reservas provocará consecuencias nefastas. La sarna está afectando en una proporción mayor a los machos que a las hembras, por lo que si no se sigue actuando se producirá un desequilibrio irreversible durante decenios. Queda en el aire, por tanto, un plan de caza selectiva que pretendía actuar incluso en zonas de baja incidencia.
Los recortes también afectan al muestreo de animales abatidos, cuyos restos son enviados al Laboratorio de Sanidad Animal con el fin de comprobar el estado sanitario de las poblaciones de ungulados silvestres de las reservas. Desde el servicio de Espacios Naturales de la Junta subrayan que «no hay que olvidar la importancia que tuvo, tiene y tendrá el brote de sarna de la montaña oriental desde el punto de vista ecológico y económico para los ayuntamientos y juntas vecinales», ya que gran parte de los ingresos, directos o indirectos, proceden de la actividad cinegético-turística.
Por su parte, el director del Parque Nacional de Picos de Europa, Rodrigo Suárez, admitió a este periódico que los recortes de presupuesto han fulminado la asistencia técnica desde hace prácticamente un año, un servicio que se encargaba, entre otros asuntos, del monitoreo y seguimiento de la incidencia de la sarna en el espacio con la mayor protección ambiental de la provincia. Además de lo que pueda suponer para el avance de la epidemia, el hecho de que la asistencia caducara el pasado mes de noviembre también impedirá el volcado de datos estadísticos y su análisis, una herramienta fundamental con la que siempre ha contado el parque.